La agricultura no solo nos proporciona los alimentos que consumimos cada día, también es clave en la conservación de la biodiversidad. Los cultivos tradicionales, transmitidos de generación en generación, son mucho más que una herencia cultural: son aliados para proteger especies, fortalecer el territorio y luchar contra el cambio climático.
A continuación, te contamos cómo la agricultura tradicional puede ser un motor de sostenibilidad y qué prácticas ayudan a cuidar el entorno.
Diversidad de cultivos:
Rotación de cultivos: alternar especies en un mismo terreno evita el agotamiento del suelo y ayuda a controlar plagas de forma natural.
Variedades locales: apostar por semillas autóctonas mantiene la riqueza genética y mejora la resistencia a las condiciones climáticas propias de cada región.
Refugio para la fauna:
Setos y lindes: mantener zonas de vegetación alrededor de los campos ofrece refugio a polinizadores como abejas y mariposas, fundamentales para la producción de alimentos.
Cultivos mixtos: combinar árboles frutales con cultivos de huerta crea pequeños ecosistemas que atraen aves, insectos beneficiosos y otros animales.
Gestión sostenible del agua:
Riego tradicional y eficiente: técnicas como las acequias o el riego por goteo permiten aprovechar mejor el agua y reducir el desperdicio.
Cuidado de humedales y charcas: conservar pequeñas reservas de agua favorece a anfibios, aves y plantas acuáticas, esenciales para el equilibrio natural.
Conexión con el territorio:
Sabiduría ancestral: muchas prácticas tradicionales se basan en el conocimiento del clima y la tierra, lo que reduce la dependencia de fertilizantes y pesticidas químicos.
Paisaje vivo: los campos en mosaico —con diferentes cultivos, márgenes y bosquetes— no solo embellecen el territorio, también aumentan la resiliencia frente al cambio climático.
Conservar y recuperar cultivos tradicionales no significa dar un paso atrás, sino apostar por un futuro más sostenible. Mantener la biodiversidad agrícola es una forma de garantizar alimentos más sanos, ecosistemas más equilibrados y comunidades rurales más fuertes.
Cada vez que consumimos productos locales y de temporada, estamos apoyando esta forma de agricultura que protege la vida y el planeta.